lunes, 5 de enero de 2015

Balance

Comienza otro año más, después del anterior e inmediatamente antes del posterior, como todos los años, y nos empeñamos en hacer balance de lo que ha significado nuestra existencia en ese último, putrefacto ya, un día después de morir. Pues no quisiera ser menos, y también voy a analizar lo que ha significado para mi el año 2014 que ya no existe y no lo hará nunca jamás.

Ese año significó el comienzo de una aventura personal, junto a mi familia, de realización propia, de creación y quebraderos de cabeza, de corporizar un sentir doloroso y esperanzador en relación a la educación de nuestros hijos. En cómo se olvida que los niños son niños y se pretende que sean adultos pequeños, adecuándolos a un "futuro" que se les viene encima y del que no van a poder escapar (porque a los verdaderos adultos les sale de los cojones que no lo hagan, claro). Significó dar cuenta, en el fuero interno del seno familiar, de cómo se impide a los niños que tomen las riendas del "futuro" y lo conviertan el algo que les dé sentido y motivación, de cómo se coarta su libertad y su existencia, en fin, cómo los adultos declaramos los principios de nuestra cochina envidia por no poder volver a ser niños nunca, y se lo devolvemos en forma de patadas en los güevos de la moralina y el engaño. De este sentimiento, que ya desarrollaré más adelante, cuando me sienta realmente preparado, nació esto, el sitio de nuestro recreo, el tiempo de nuestras cerezas, la razón de nuestras discordias y de nuestros orgullos. Seguramente signifique el fin del principio, pero en su principio, nunca el fin fue tan atractivo como el principio del fin, en principio, digo...

Para mí, esto de lo que hablo, ha significado también el pseudo cierre de una larga etapa de esclavización bajo el yugo imponente del sistema de mercado que me absorbió desde mi más tierna infancia. No es que culpe a mis educadores de haberme robado la infancia, como critico en la primera parte de este texto, pero la necesidad de generar autómatas perfectamente productivos y serviciales para con la sociedad predominante, es un juego en el que, al menos en occidente, jugamos todos, consciente o inconscientemente, de una manera u otra. A ese respecto, mis padres nunca me dijeron lo que debería ser de mayor (a qué me debería dedicar), a lo mejor me dejaron muy claro lo que no debería ser (de eso no me acuerdo mucho), pero sea como fuere, me introdujeron en un sistema escolar que sólo profetizaba buenos augurios para aquellos que estuvieran dispuestos a ceder terreno a los sistemas de producción en serie de personas en contra posición de sus propios sueños. Sin quererlo, sí me metí de lleno en la vorágine del consumismo y el aletargamiento televisivo y rutinario del día a día que propone este sistema de vida de "déjateloshuevoscurrandoparacontinuardejándoteloshuevoscurrando" y, por supuesto, olvídate de disfrutar de la vida. En otras palabras, ha significado dejar de mal vender mi tiempo a tiranos hijos de puta, terratenientes déspotas, necios señores de la "querencia" y seres humanos venidos a menos que necesitan oír de la boca de sus "empleados" la palabra "jefe" al referirse a ellos, o si no no se les pone dura, y trabajar para mí mismo, para mi familia, para concretar un sueño que es nuestro, propio, que nos da sentido y razón de ser, que nos motiva a pesar de los momentos duros, que nos llena en pleno.

Además, ese año momificado por la inmortalidad latente de los vídeo resúmenes de las millones de ciber páginas internautiles que se dedican a ello, ha significado para mí el fin de la atadura chovinista y espartana del sentimiento patrio. Ciertamente nunca tuve uno muy fuerte, pero sí entendí, en cierto momento, eso que dicen que te nace, como las almorranas, cuando estás lejos de tu tierra. Pues ahora ya no tengo esa hemorroide picajosa y sangrante que significa mirar hacia atrás con la lágrima fácil colgando de la legaña. Ha sido bien sencillo, por otro lado, pues vengo de un lugar que es vergüenza en su más puro significado; que es desastre desde su propia creación y que, amén de haber salido otrora en muchas portadas de prensa que dice ser seria, y literaturas polvorientas con poca rima y mucha caspa, nunca, desde su comienzo como se conoce hoy, ha sido algo serio y planificado con vistas al desarrollo de la especie humana y al progreso de sus posibilidades. Esto ha sido para mí una liberación, pues ahora sé que no es necesario ni por asomo, valerse de ese sentimiento para seguir adelante, como dicen los fachas. Siento que es mejor no sentirse de ningún sitio para poder tener la posibilidad de sentirse de todos los sitios, y así, disfrutar de conocer, de descubrir y gozar con todo lo nuevo que está por venir. Eso sí, la complicación es que te hace cansarte rápido de los sitios en los que estás y, esto, con una hija adolescente, es complicado...

Para finalizar, diré que no ha sido ni el mejor ni el peor año de mi vida; que aún tengo muchos años que vivir y disfrutar; que aún sufriré muchas pérdidas y seguro ganaré muchos aprendizajes; que el pasado, pasado ha, y que la memoria es tan frágil que no hay que exigirle demasiado, así se rompa en mil pedazos y nos confunda con los recuerdos mezclados; que lo que importa es lo que queda por venir, sea Luna o León, lo que aún no conocemos, pues al conocerlo pierde todo su interés; que no hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure; que el fin no justifica los medios, ni muchísimo menos; que no voy a dejar de escribir en este blog, aunque sólo sea para cagarme en la puta raza canina de todo el que se me ponga por delante; en fin, que la vida sigue, y yo, de la mano, con ella, hacia ese horizonte naranja fuego, que nunca se acerca ni se aleja más, sino que permanece inmóvil, aguardando nuestra llegada...

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