miércoles, 2 de marzo de 2011

...y todavía te quiero

A tres meses vista de viajar, vía Sao Paulo, de vuelta al hogar, y sin taconeos ni oraciones, pero con innatos temores y miedo a lo "desconocido", me caso. Me caso con la que ha sido mi compañera de viaje en los últimos 5 años, con la que me regaló una hija y con la que, juntos, nos otorgamos otra. Con la que me desquicia y me hace falta, con la que peleo, discuto, disfruto y sonrío.
Tan poco tiempo queda para que mi vida vuelva a dar un vuelco sorprendente y, esperemos, favorable, me aventuro a la idea de compartir los restos de mis restos (hasta que el cuerpo aguante) con una persona que llegó a mi vida de soslayo y se quedó en ella con mudanza incluida para trasladarme un par de décadas atrás en el tiempo de la historia de la humanidad.
Después de acostumbrarme a no ser sólo yo, sino que sólo yo somos cuatro, doy el paso hacia el más allá, por conveniencia, sí, pero también por convicción y reconocimiento.
Siempre pensé que el matrimonio era el cáncer del amor, de hecho nunca creí en realidad en el amor. En "ese" amor. Pero llegó, y, según mi filosofía, antaño tan presente en mis pensamientos, de relaciones humanas, yo mismo sentí la necesidad de encajar en un todo muy pequeño y abismal a la vez. Ahora que me encuentro en el mismo centro de ese todo, que soy yo y mis consecuencias, pero también tú y vosotras, parece que he encontrado un sillón de orejas de algodón, reclinatorio y con masajes, en el que depositar mi joven pero vivido cuerpo, es una idea que me va absorbiendo cada día más y más y me gusta y me tira y me mola y me fascina.
No sé qué pasará mañana, y no recuerdo qué es lo que hice ayer, pero no me importa una puta mierda. Yo me tiro de cabeza porque hay algo ahí abajo que me llama y me asegura que la borda de este barco nunca va a ser tan alta como para hacerme añicos los huesos si es que alguna vez caigo por ella.

Así que, chicos, chicas, hermanos todos, este viernes cuatro de Marzo de dos mil once, doy el paso hacia la unidad de un proyecto que nunca tuvo planes ni preparatorias, un futuro que no existe y que ya murió antes de nacer. Paso la página de un cuaderno de notas interminable y de dimensiones astronómicas en la que escribiré sin parar, día a día, mi vida, tu vida, vuestra vida... nuestra vida. Os quiero chicas.